Este año, de nuevo, llega febrero, y con febrero, no solo llega el final de la temporada de caza, sino el abandono de miles de animales que volverán a saturar las protectoras. En 2023, además, se suma la duplicación de leyes, que se traducirá en (más) derechos y (menos) deberes para el sector de la caza frente a las familias, que sí que tendrán que asumir una mayor regulación. ¿Los perros? Los perros de caza quedarán desprotegidos.
La fundación sevillana Benjamín Mehnert, por ejemplo, había contabilizado 346 perros recogidos antes de final de año, según denunciaban en Público; los podencos conquistan, pero en el mal sentido, abandonados, los centros de protección en Vigo (Galicia), y Elena Chisvert, responsable de Baas Galgo, explicaba hace solo unas semanas que las cifras podrían alcanzar los 40.000 animales, pero que, por desgracia, muchos ni tan siquiera llegan a las protectoras. Aquellos que sí serán rescatados, tampoco lo tendrán fácil.
La realidad del abandono vinculado a la caza, la recoge (parcialmente) el fantástico documental Febrero, el miedo de los galgos y, por desgracia, poco parece haber cambiado desde su grabación hace casi una década.
Más de 20.000 perros de caza abandonados
Según las estimaciones de Fundación Affinity, de los 285.000 perros y gatos abandonados en el último año, podemos hacer dos segmentos: el primero, mayoritario, es el de los 168.000 perros (aunque muchos gatos viven en colonias, y hay que tener en cuenta este dato) y, seguidamente, la segunda causa de abandono: el final de la temporada de caza, que, según Affinity, corresponde a un 13 % de abandonos: 21.849 perros de caza que llegan, cada año, a las protectoras.
Estas cifras las duplica PACMA y algunas asociaciones de protección animal, con 50.000 perros. Los cazadores, lo niegan, y reducen a cuatro prácticas residuales, obviando la realidad a su alrededor. ¿El problema? No hay estadísticas oficiales, de nadie: ni del Ministerio, ni del Seprona, ni de la Dirección General de Derechos de los Animales... Algo que se espera que cambie con la nueva Ley de Bienestar Animal.
Desde el sector de la caza, se felicitan por quedar fuera del texto de la ley gracias a la enmienda socialista. El propio presidente de la Federación Andaluza de Caza, José Maria Mancheño, afirmó para Público:
"Nos parece lo más adecuado. No es que estemos en contra del bienestar animal, pero nuestros animales no son de compañía. Son auxiliares de caza. Y, por lo tanto, para los cazadores era imposible cumplir el texto legal".
Asociaciones animalistas, activistas e incluso partidos políticos que habían apoyado la ley en sus inicios, apuntan que el hecho de que los cazadores estén de acuerdo con la ley, demuestra su total ineficacia, dejando a perros de primera y perros de segunda, sin protección, en manos de quien más daño les provoca. Desde el sector de la caza, por descontado, no están de acuerdo con esta lectura.
Hay varias realidades que se superponen: que España es un coto de caza a lo largo del 90 % de su territorio, que estos problemas se vinculan tanto a la caza menor como a la caza mayor, donde a menudo los perros soportan (aún) peores condiciones, y que esta ley no protege a los perros de caza. ¿Lo hará una legislación paralela? Por desgracia, quien escribe estas líneas no es muy optimista al respecto.