A medida que nos hemos hecho más conscientes de las necesidades de un perro, el deporte canino se ha convertido en un gran aliado para la convivencia humano-animal. Terriers, perros pastores o sabuesos encuentran en el OCI, el agility o el mantrailing, por nombrar tres ejemplos, el complemento ideal para una vida equilibrada.
Sin embargo, más allá de la fama del agility, hay un extenso mundo deportivo que, poco a poco, se ha ido abriendo al público general gracias a los clubs. Un gran ejemplo es la Obediencia Clase Internacional (OCI), un deporte canino que busca el desarrollo y la práctica de una serie de ejercicios de obediencia para conseguir una ejecución lo más perfecta posible entre el guía y el perro.
Su origen: el Reino Unido, en los 70
El OCI se practica, desde hace más de 50 años, en modalidad deportiva. Al tratarse de pruebas de obediencia, debe entenderse que la practica se remonta mucho más atrás, pero que su ejecución bajo un reglamento se inicia en el Reino Unido en la década de 1970.
Poco a poco, se extiende por Europa y el mundo entero, llegando a España en 2002, de la mano de la Real Sociedad Canina Española (RSCE), que realizó las primeras pruebas clasificatorias en 2005. Como curiosidad, en Europa, el primer campeonato internacional se realizó en 1989, en Copenhague.
Los grados: clase I, II y III (internacional)
Pese a ser un deporte relativamente joven, el interés que ha despertado ha permitido que numerosos clubs de toda España hayan crecido y consolidado una fuerte presencia por todo el país.
En España, el OCI se divide en tres niveles o grados de dificultad, que van desde el programa de obediencia deportiva inicial (clase I), pasando por el máximo nivel del reglamento marcado por la FCI (Federación Cinológica Internacional), que equivale a la clase II, y acabando por competir en OCI (Obediencia de Clase Internacional, o clase III) que supone un gran control del método de trabajo y requiere de una selección por parte de la RSCE para las pruebas internacionales.
Para poder incluir a un perro y su guía en clase I, se pide a los guías caninos que preparen a los perros para una prueba de sociabilidad —que ha estado muy presente con la nueva ley de bienestar animal—, que asegura que el perro mantiene un comportamiento social y un enfoque para el trabajo mínimo para poder optar, por lo menos, a una clase I.
El objetivo por el que se evalúa a un perro y su guía en cada uno de los tres niveles aumenta en exigencia, siendo la clase III la única que comparte el mismo reglamento para todos los países de la FCI. Esto último tiene una explicación sencilla: el OCI como disciplina, en realidad, equivale al grado o clase III, pero todos los países han creado uno o varios niveles inferiores para dar flexibilidad y movilidad a los competidores, con el objetivo de que compitan en los clubes, a nivel local, nacional o internacional.
No excluye a los mestizos
Parte de su éxito se relaciona con que, a diferencia de otras disciplinas (como el agility, por ejemplo), el OCI no limita la participación a equis razas o tamaños, sino que todos los perros pueden participar y nosotros, los guías, junto al animal podemos marcarnos el nivel de exigencia.
Por descontado, en OCI se ven muchos border collies, cocker spaniels, pastores alemanes o belgas, debido a su buena predisposición para el trabajo y las necesidades específicas que tienen para canalizar la energía, pero también otras razas y mestizos.
Los ejercicios en OCI
Los diez ejercicios que se trabajan en los clubs y se evalúan en las competiciones de OCI junto a nuestros perros son:
- Posición de sentado en grupo (durante 2 minutos)
- Posición de tumbado en grupo (durante 1 minuto) con llamada
- Seguimiento en junto sin correa
- Marcha con ejercicios de obediencia: "en pie", "sentado" y "tumbado"
- Llamar el perro, con las posiciones "en pie" y "tumbado"
- Llamada intercalada con las posiciones "en pie" y "tumbado" durante la marcha
- Cobro de objeto con instrucciones
- Cobro de objeto y salto en saltímetro
- Discriminar un objeto mediante el olfato y cobro
- Control del perro con varios comandos de obediencia a distancia
Como decíamos, se trata de un deporte inclusivo, porque los apports (los objetos que el perro tiene que coger con la boca) y la altura del salto (el saltímetro) se adaptan al tamaño del perro, así como no existe penalización alguna por competir con un perro mestizo. Es más, el reglamento prevé que los jueces tendrán en cuenta la raza para valorar la sintonía y el trabajo específico que el guía haya realizado con los animales.
El OCI valora el binomio, la relación perro-guía, y los ejercicios tienen un coeficiente de dificultad diferente (que multiplica la puntuación por 2, 3 o 4) pudiendo alcanzar un máximo de 320 puntos en las competiciones.
Quién puede practicar OCI
Como deporte, si bien la exigencia es moderada en comparación con el ring, el IGP o el mondioring, por poner tres ejemplos, necesitaremos perros que puedan empezar a trabajar desde jóvenes para establecer unas buenas bases técnicas si queremos competir a grado III.
Sin embargo, si buscamos pasarlo bien y conectar con nuestro perro sin exigencia, también es una muy buena opción. Muchos competidores, además, señalan que vale la pena informarse sobre ejercicios de propiocepción, así como acostumbrar al perro a tolerar ambientes tan distintos como zonas concurridas y pistas de trabajo y reforzar mucho la relación con los guías.
En conclusión, como ves, el OCI es una opción perfecta para crear vínculo, estimular a tu perro física y mentalmente y enseñar comandos que podrás aplicar también en la vida diaria. Por lo tanto, está abierto a todas las familias con perros: ¡lo que explica buena parte de su éxito y popularidad!
Foto: Sheila Dlir