Para un perro o un gato la visita al veterinario es un drama. No la empeores pidiéndole estos imposibles

Para muchas familias, la visita al veterinario se convierte en un mal trago. Este es un tema complejo, y resulta difícil ofrecer consejos generales que nos sirvan a todos, pero lo que está claro es que un animal que no lo pasa bien en la clínica, visita menos el veterinario, y, además, vive experiencias que negativas allí durante gran parte de su vida.

En el veterinario, se dan procesos invasivos, manipulaciones, cirugías, ambientes cargados de olores, estrés y ansiedad... En definitiva, resulta complejo que los perros y los gatos estén tranquilos en un contexto en el que todos están nerviosos. Además, es un lugar en el que probablemente se han asociado un sinfín de estímulos negativos: no pinta bien.

Ayuda a concienciar a las clínicas

En primer lugar, es importante que trates de hablar con tu veterinario. Muchos veterinarios no tienen grandes conocimientos en etología o conducta animal, y suelen cometer errores como:

  • No separar zonas para perros y gatos (salas de espera) o instalar barreras visuales
  • No reservar espacio o distancia para que los perros (en especial, aquellos no sociables) puedan mantenerse tranquilos
  • No ofrecer soluciones personalizadas, como dar citas "directas" para perros que muestran conductas reactivas asociadas al miedo o a la frustración, por ejemplo

Para que un perro pueda acostumbrarse a un ambiente relajado y seguro, debemos proporcionarle unos mínimos de bienestar en ese espacio. Por lo tanto, es importante que si sientes que tu perro o tu gato no está cómodo en ese espacio, se lo comuniques al profesional e incluso busques otro centro veterinario.

Tú, ahí: quieto, callado, ¡pórtate bien!

La vergüenza en el veterinario nos juega muy malas pasadas. Analiza qué quieres que haga allí tu perro. Nada. ¿Es cierto o no es cierto? Quieres que tu perro, tu gato o tu hurón se queden ahí, sentados, tranquilos, en silencio, sin moverse, sin maullar y, en el caso de los perros, totalmente estáticos.

Para ello, las familias aplicamos dos estrategias básicas (spoiler: ninguna funciona sin haberla trabajado con anterioridad).

  • Tratamos de que el perro nos respete una posición estática, como un sentado o un tumbado, y se queda ahí durante todo el tiempo de espera
  • Reñimos constantemente al perro por realizar conductas que no nos parece bien que haga en ese lugar: moverse, tratar de acercarse a otro perro, ladrar e incluso llorar o gimotear.

Tengo dos malas noticias.

La primera es que los perros hacen cosas, siempre; la segunda es que ese sentado o tumbado perfecto (en el 99,99 % de los casos) no va a aparecer por arte de magia: tendrás que haberlo trabajado en tu casa, en la calle, en distintos contextos y, luego, puedes llegar a aplicarlo en una situación estresante también. Cualquier cosa que le pides a un perro, debes haberla enseñado antes.

Experiencias positivas en el veterinario

Pero más allá de perros, todos los animales que solo visitan el veterinario para una vacuna o un tratamiento van a tener riesgo de asociar ese espacio a una experiencia negativa.

Si tú vas a un sitio una vez por año, y allí te levantan las patas, te pinchan con una aguja o te colocan no-sé-qué en el oído, ¿cómo te lo tomarías? Déjame decírtelo: te pasaría lo mismo. Empezarías a tener ansiedad en los momentos previo y a sufrir estrés en el sitio, ¡y tú puedes racionalizarlo!

El objetivo aquí es exponer a un perro el máximo número de veces a ese espacio en situaciones positivas. Puedes hablar con tu veterinario y hacer que tu perro te acompañe a buscar una medicación, comprar un suplemento o saludar un par de minutos. No conozco ningún veterinario que lo vea negativo, porque nos favorece a todos.

Para gatos, hurones y otros animales, esto puede ser más complejo, pero lo que sí deberías hacer es acostumbrarles a herramientas como el trasportín y las manipulaciones. Tampoco es descabellado hacer algún viaje seguro al veterinario cuando no haya mucha afluencia en consulta, con el objetivo de que no todos los viajes supongan vacunas, exploraciones o tratamientos invasivos.

Céntrate en cómo ayudar (no grites, no castigues)

Si tu perro o tu gato lo pasan mal, gritar o castigar no te va a ayudar. La mayoría de las conductas que vemos en los veterinarios están asociadas a la exteriorización de un malestar emocional.

Tu objetivo debe ser ayudar a tu animal a sobrellevar esa situación, darle herramientas (o sea, enseñar conductas que funcionen, como quedarse tumbado y recibir premios o apoyarse físicamente en nosotros, por ejemplo), apoyarle y protegerle.

Un castigo no enseña conductas, como mucho extingue unas y hace que otras deban aparecer. Gritar, reñir, obligar... es un arma de doble filo y debería estar claro que nunca es una opción aquí. Algo más de tiempo, algo más de dinero es siempre mejor que un problema grave de conducta.

En resumen, es muy importante que tengas claro cómo puedes crear un entorno seguro (o mejorar el bienestar allí), practiques con él obediencia y manipulaciones en espacios menos estresantes, si luego quieres aplicarlo en el veterinario, y te centres en ser una "base segura", es decir, apoyar, dar soporte y no "echar más leña al fuego".

¡Ah! Un consejo extra, huye de los profesionales que buscan soluciones cortoplacistas (le pongo un bozal a lo bruto, lo inmovilizo, etc.), porque antes o después, afectará a tu animal a medio y largo plazo.

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