Las ratas no se merecen su mala fama (pero nunca digas esto en alto en Nueva York)

Temidas en el siglo XIV durante la peste negra por ser transmisoras de la enfermedad, protagonistas de los más terroríficos cuentos de Edgar Allan Poe y consideradas una plaga en las grandes ciudades, las ratas se han ganado una fama que no se merecen. Pero, ¿qué han hecho para que tantas sean las personas que las detestan?

El encuentro con una rata es, para la gran mayoría de las personas, una situación incómoda y desagradable, causante de gritos y estrés. Sin embargo, nuestra convivencia con ellas no es nada nuevo: estos roedores convivían con nosotros desde los primeros asentamientos humanos, hace 10.000 años, durante el Neolítico, cuando se dieron cuenta de que podían aprovecharse del hombre alimentándose de sus deshechos de comida y refugiándose en sus hogares.

Desde entonces, las ratas se han ido adaptando a nuestra forma de vida en las ciudades, instalándose cómodamente en los huecos de las paredes o bajo tierra, en las alcantarillas. Entran en casas y restaurantes para buscar alimento y regresan a su nido para alimentar a sus crías.

Además, lo hacen de manera muy organizada, ya que son animales sociales: en su sociedad hay individuos dominantes (tanto machos como hembras), subordinados e incluso individuos marginados, posición que obtienen a través de las peleas entre ellas.

Su inteligencia, la clave de su adaptabilidad

De entre las 600 especies de ratas que existen en el mundo, la rata gris o rata común (Rattus norvegicus) es la que nos encontramos en las ciudades y la protagonista de los terroríficos cuentos de Poe: de pelaje gris, orejas pequeñas, ojos profundamente negros y una cola larga y sin pelo.

Es capaz de nadar, bucear e incluso cazar peces; ve en la oscuridad y es capaz de comunicarse con las demás por ultrasonidos, gracias a sus bigotes, para ellas sensores capaces de captar muchísima información de su entorno.

Además, las ratas son más inteligentes de lo que nos imaginamos. Su capacidad de adaptarse no solo viene dada por sus habilidades físicas, su inteligencia es mucho mayor que la de muchos animales superiores a ellas. ¿Sabías que son capaces hasta de aprender a conducir?

Un equipo de investigadores de la Universidad de Richmond (Virginia) ha realizado un estudio sobre cómo las condiciones del cerebro afectan la función cognitiva (el condicionamiento clásico y operante de Pavlow y Skinner).

"Sabíamos que los roedores pueden aprender a reconocer objetos, presionar barras y orientarse en laberintos, nos preguntábamos si eran capaces de aprender tareas más complejas, como operar un vehículo en movimiento", expresa Lambert en el artículo sobre el estudio.

https://urnow.richmond.edu/video/article/-/19727/rats-who-ride-see-the-latest-from-urs-motoring-rodents-.html?utm_source=www&utm_medium=referral&utm_campaign=video-story

Para comprobarlo, construyeron un pequeño coche para las ratas compuesto por un recipiente de plástico transparente, unas ruedas, un suelo de aluminio y tres barras de cobre que hacían de volante para los animales. "Aprendieron a conducir el vehículo de manera única, memorizando los patrones de dirección que no habían usado antes para llegar a la recompensa", afirma Lambert.

La capacidad de aprendizaje de las ratas es, sin duda, una de sus características más llamativa para aquellos que optan por comprarlas o adoptarlas. Aprenden trucos, son cariñosas y muy apegadas con sus semejantes y con nosotros. De hecho, son animales que pueden morir de pena (literalmente) si los tenemos encerrados en una jaula y no les hacemos mucho caso.

Además, son animales extremadamente limpios en cautividad. Las ratas se pasan el día limpiándose y acicalando a sus compañeras, para asegurarse de de llegar a todo el cuerpo, llegándose a comparar con el nivel de limpieza de un gato, famosos por ser de los más pulcros.

La mala fama de las ratas

Pero entonces, ¿cómo estas pequeñas criaturas son tan odiadas por la mayoría de la población, que invierte millones en deshacerse de esta "plaga" en las ciudades? La respuesta es histórica, pero no del todo real.

La repulsión que la sociedad tiene hacia las ratas proviene de su relación con las grandes pandemias, especialmente con la Peste Negra, que mermó la población  humana durante la Edad Media. Siempre se ha dicho que estos roedores fueron la causa de que esta enfermedad se propagase por Europa, siendo portadoras de la misma, sin embargo, hay estudios que afirman que hubo otros factores que propagaron la pandemia.

Un estudio elaborado por varias universidades europeas publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Science (PNAS) sugiere que tanto la pandemia por la Peste Negra como otras pandemias no fueron transmitidas por las ratas, sino por los piojos y las pulgas que las personas portaban debido a la mala higiene de la sociedad en aquella época.

A pesar de que la ciencia ha desmentido el motivo por el cual, generación tras generación, el ser humano ha ido gestando su odio y repulsa por las ratas, todavía nos queda mucho trabajo para comprenderlas y cambiar esta mentalidad hacia ellas.

Obviamente, esto no quiere decir que las ratas no transmitan enfermedades. De hecho, las ratas callejeras, debido al medio en el que viven (donde ingieren alimentos de la basura y muchas veces en mal estado, beben de aguas contaminadas y habitan en lugares insalubres) están muy expuestas a infectarse de una gran variedad de agentes patógenos.

Además, algunas de estas enfermedades pueden transmitirse a humanos como la toxoplasmosis, salmonelosis o parásitos internos y externos, nada muy diferente a lo que nos podría pasar con otros animales de compañía.

El riesgo de que esto se convierta en un problema de sanidad pública, lleva a las grandes ciudades a invertir millones en las campañas de exterminio, como hizo Nueva York hace unos años, que destinó 32 millones de dólares (28,4 millones de euros) del presupuesto municipal a un programa de combate y erradicación de los roedores (que, por cierto, no fue lo suficientemente efectivo).

Y sabiendo todo esto, entonces, ¿merecen las ratas esta mala fama que se ha ido transmitiendo de generación en generación hasta nuestros días? Yo creo que todavía tenemos mucho que aprender de ellas y que, sin duda, tendrán sus cosas malas (como todos los animales) pero no debemos olvidar también las buenas.

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