Incluso los gatos más sanos tienden a vomitar de vez en cuando. La mayoría de la veces no hay de qué preocuparse, salvo en limpiar esa alfombra persa a la que tanto cariño le tienes. Sin embargo, si tu gato vomita con frecuencia y lo hace justo después de comer, hay motivo de preocupación, y una visita al veterinario no debe hacerse esperar.
Los gatos vomitan habitualmente. No es malo para ellos, es un mecanismo fisiológico, una salida de emergencia que la selección natural ha ideado sabiamente para evitar males mayores. Que lo hagan una vez por semana se considera normal. Lo más habitual es que sean bolas de pelo fruto de su continuo acicalado. Es el peaje que pagan por ser tan limpios. Este ritual diario de aseo también es un acto placentero que los ayuda a relajarse, e incluso a desparasitase.
Se trata de vómitos fáciles de reconocer, –contienen pelos sin digerir humedecidos por bilis amarillenta– y no hay que preocuparse por ellos, salvo en determinadas circunstancias.
Vigila si solo vomita una espuma blanca
Tendrás que estar especialmente atento si tu gato hace el esfuerzo por deshacerse de una bola de pelo pero solo consigue expeler una espuma blanca (la expulsan cuando el estómago está vacío). Lo más probable, en estos casos, es que la bola de pelo cambie su posición en el intestino y sea eliminada junto con las heces. Sin embargo, si tu gatito vomita espuma blanca todos los días, incluso varias veces al día, es el momento de hacer una visita al veterinario. Puede que estos movimientos gastrointestinales no sean suficientes para desbloquear el atasco peludo y sea necesaria la ayuda de tu veterinario.
Los gatos también pueden vomitar por empacho. Sus antepasados salvajes raramente lo hacían, ya que no había comederos llenos de pienso en la naturaleza. Podían estar varios días sin comer si no conseguían cazar. Se trataba de un escenario completamente diferente al de los gatos domésticos de hoy en día, que pueden comer cuando les dé la gana. A veces, incluso lo hacen por aburrimiento como los antiguos romanos. Es por eso que, si comen demasiado, o demasiado rápido, es bastante probable que vomiten. Verás en el vómito comida sin digerir, incluso hasta sin masticar. Es fácil prevenir este tipo de vómitos racionando la comida adecuadamente. No tiene mucho secreto.
Otras causas de vómitos en felinos que se diagnostican con frecuencia incluyen la ingestión de sustancias venenosas, comida en mal estado, ciertos alimentos para humanos que no deberían comer (como chocolate y cebolla, por ejemplo), y la ingestión de objetos que puedan encontrar tirados en el suelo o en cualquier sitio al que se suban; especialmente les llama la atención las gomas elásticas, la lana, las cuerdas, los hilos y similares. Este tipo de objetos alargados con los que tanto les gusta jugar pueden llegar a producir obstrucciones intestinales.
Aparte de estas causas, hay otras menos frecuentes, entre ellas: parásitos internos, enfermedad inflamatoria intestinal, alergias alimentarias, tumores y una amplia variedad de enfermedades metabólicas como: diabetes, pancreatitis, enfermedad renal e hipertiroidismo.
Cabe destacar la Enfermedad Inflamatoria Intestinal, ya que es bastante común en gatos. Es una enfermedad crónica sin causa conocida (su equivalente en humanos podría ser la enfermedad de Crohn). Lo que ocurre es que células inflamatorias invaden la mucosa intestinal de los gatos produciendo síntomas variados, casi siempre vómitos, diarrea y pérdida de peso. Se diagnostica por descarte de otras afecciones gastrointestinales y se trata habitualmente con cambios en la alimentación.
Las señales de que el vómito puede deberse a algo peligroso
Como hemos visto, muchos problemas de salud pueden producir vómitos en los gatos. Por eso es importante saber cuándo debes ponerte en contacto con tu veterinario; es el momento de hacerlo si observas alguna de estas situaciones:
- Vomita con frecuencia y no son bolas de pelo, más de una vez por semana.
- Vómitos en cadena o repetidos, uno detrás de otro, como si no pudiera retener nada.
- Vomita inmediatamente después de comer con cierta frecuencia.
- Si además de los vómitos, muestra signos de cansancio o letargo, debilidad, falta de fuerza, apatía. O cambios evidentes en su comportamiento, sobre todo, relacionados con el uso normal del arenero.
- Disminución del apetito observada durante semanas.
- Sangre en el vomito. ¡Ojo! La sangre parcialmente digerida no se observa de color rojo, si no que se asemeja a los granos de café, marrón-negruzco.
- Vómitos acompañados de diarrea o sangre en las heces.
- Vómitos y fiebre juntos.
En cualquier caso, si piensas que es algo leve y decides no acudir al veterinario, este consejo puede ayudar: evita darle comida a tu gatito durante aproximadamente 12 horas. Un par de cucharadas de agua cada 30 minutos o cubitos de hielo no le vendrán mal durante este breve periodo de ayuno. Después de esas 12 horas, comienza a darle comida blanda para ver cómo la va tolerando. Si todo va bien, puedes volver a su alimentación normal poco a poco.
Como en cualquier enfermedad o problema de salud, el tiempo de respuesta es un factor clave. Así que si tienes cualquier duda o sospecha de que algo no va bien, lo mejor es que hables con tu veterinario lo antes posible.
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