Estos perros de Instagram "hablan" con un teclado. La ciencia no lo ve tan claro

Estos perros de Instagram "hablan" con un teclado. La ciencia no lo ve tan claro
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Quizá has visto alguno de sus vídeos en Instagram o TikTok. Stella y Bunny son dos perros que cuentan con miles de seguidores en las redes sociales. La razón es que parece que hablan mediante un teclado con botones que les permite tener "conversaciones" con sus familias.

Pero ¿es así? ¿Estos dos perros han aprendido a hablar gracias a un teclado con palabras pregrabadas como "comida", "jugar" o "caca"? La realidad es un poco más compleja y... menos viral, por lo que parece.

FluentPet, donde nace el proyecto

Stella y Bunny están participando junto a sus guías en un estudio para la Universidad de California en colaboración con la empresa FluentPet. El objetivo es comprobar si los perros pueden utilizar esta forma para comunicarse con nosotros.

A priori, es un planteamiento interesante, ¿verdad? Aun así, hay varios sesgos que la prensa especializada ha señalado.

  1. Los organizadores recomiendan comprar un teclado FluentPet: algo que puede generar conflicto de intereses, igual que contar con tienda de regalos, merchandising y mucho más.
  2. El estudio sigue activo y sin resultados fiables: no está probado que los perros se estén comunicando mediante el teclado de sonidos
  3. Además, los vídeos publicados se encuentran cortados y editados, ofreciendo un relato segmentado y, a menudo, dirigido o traducido por los propietarios
  4. Se percibe riesgo de un sesgo de antropomorfismo: es decir, cuando Stella o Bunny conectan palabras, son los propietarios quienes le dan una traducción exacta que no tiene porque adaptarse a la realidad

Los orígenes de la idea

Pese a todo lo anterior, es perfectamente posible que Stella y Bunny utilicen los teclados de sonido para comunicarse. Anteriormente, se han hecho experimentos con grandes primates —Washoe, Koko— con resultados convincentes. Sin embargo, estos animales fueron entrenados, a diario, por profesionales (psicólogos y etólogos) durante una jornada laboral (¡8 horas!) y a lo largo de varios años.

Washoe (chimpancé africana) consiguió aprender 350 signos de la lengua de signos americana. Los estudios asociados fueron publicados y cotejados por la revista Science (1969) y demostraban que Washoe podía expresar la tristeza, sabía mentir y disculparse. Lo más sorprendente, si cabe, es que Washoe adoptó a Louilis, una chimpancé huérfana, como su hija y pudo enseñarle lengua de signos. Tras Washoe, otros primates como Koko (gorila) han podido igualar este hito, por lo que no es ni mucho menos imposible que Bunny y Stella aprendan a comunicarse mediante sonidos.

Y aquí viene el pero... Los familiares de Stella y Bunny no son científicos. Christina Hunger, la guía de Stella, sí es patóloga del lenguaje, pero no está formada como adiestradora ni etóloga clínica. Tampoco parecen haber seguido una pauta de adiestramiento con Stella, sino más bien una exposición irregular y limitada a lo largo de varios años. De la familia de I Am Bunny, no han trascendido tantos datos fuera de Instagram o YouTube, en cambio, pero tampoco se conoce formación profesional. Todo ello, parecer reducir las posibilidades de que las perras estén realmente comunicando lo que los vídeos transmiten, pero sigue siendo posible.

¿Hablan los perros?

Vamos a dar un par de pasos atrás.

Olvida el teclado de sonidos, y también a Bunny y a Stella. Los perros hablan desde hace miles de años: mediante gestos, y han aprendido a traducir nuestro comportamiento: verbal y no verbal. Todos los perros entienden palabras, tonos de voz, gestos y son unos verdaderos genios asociando, como probaron grandes figuras como Pavlov, Watson, Skinner, Thorndike o Premack.

Por lo tanto, es perfectamente posible que un perro pueda aprender una secuencia de sonidos para conseguir algo, pero resultaría extraño que esto se derive en que el perro entiende el inglés y puede llevar a cabo una conversación con sus familiares.

De la mano de Mélissa Berthet, doctora en biología especializada en comportamiento animal, en un extenso artículo para The Conversation (Perros que hablan, ¿en serio?), vamos a ver las explicaciones más lógicas que la experta propone para este fenómeno.

Según Berthet, hay tres premisas que deben cumplirse para afirmar que estas perras hablan:

  1. Comprobar que entienden el sonido: por ejemplo, /pa.se.o/ para pasear (un concepto abstracto en sí mismo para el perro, por cierto)
  2. Asegurarse de que entienden el lenguaje simplificado del teclado: el botón 3 hace referencia a pasear, el botón 4 a la pelota y el 5 a comer, por ejemplo
  3. Tener la certeza de que comprenden las correspondencias: es decir, el concepto de pasear con el sonido del botón

Berthet también señala que no podemos descartar el efecto "clever Hans", es decir, que las guías estén ayudando (intencionadamente o no) a los perros con la mirada, las manos o el cuerpo, ya que no vemos detrás de la cámara.

Para que entiendas mejor el efecto "clever Hans", te explicaré una historia sencilla que viví en primera persona. Hace años, conocí a Rocky. Rocky era un perro mestizo que, según su propietario, sabía matemáticas: ladraba el número de veces exacto como respuesta a un problema.

En teoría, el perro sabía sumar, restar, multiplicar y dividir, pero no era cierto, evidentemente. Se trataba de un vistoso juego de magia. Lo que hacía el perro durante el ejercicio era ladrar mientras su guía le miraba a la cara y no ladrar cuando este apartaba la vista. En este caso, el propietario de Rocky lo hacía de forma intencional, pero, como explica Berthet en el artículo, podría ocurrir lo mismo de forma accidental. Al fin y al cabo, no vemos qué ocurre detrás de la cámara.

Volviendo a las hipótesis planteadas, la ciencia nos dice que la primera no está probada en los vídeos ni en el estudio.

Para la segunda, en cambio, se plantean algunos problemas o sesgos, siendo el antropomorfismo el más preocupante de todos: el significado de las frases lo da el familiar de Bunny o Stella, lo que puede llevar a interpretar lo que conviene en ese momento.

Por ejemplo, en este vídeo, Christina Hunger nos explica mediante una frase incrustada en el vídeo que le ha pedido a Stella que venga a jugar y ella lo rechaza con un "después" o más tarde".

Quizá Stella entiende el botón "más tarde" como un simple "no", o quizá pretende expresar otra cosa y el botón tiene un significado vago o inexacto.

La experta en comportamiento animal Melissa Berthet concluye que, antes de intentar probar cualquier hipótesis (en este caso, atribuir capacidades cognitivas de alto nivel a estas perras), deberíamos valorar si puede aplicarse el "canon de Morgan", que dice así:

No debemos atribuir a los animales capacidades cognitivas de alto nivel si sus acciones pueden explicarse mediante capacidades de nivel inferior.

Si simplificamos esta idea, quedaría de la siguiente manera:

Si puedes explicar un fenómeno con una hipótesis más sencilla y segura, evita intentar afirmar hipótesis complejas.

Se trataría, pues, de una especie de navaja de Ockham de la etología que te anima a repetir experimentos psicológicos controlados cada vez más complejos, pero también a ser prudente con lo que afirmas.

El análisis de Berthet concluye que para comprobar que dominan los dos idiomas, toda la comunicación debería hacerse mediante el teclado (sin utilizar palabras habladas), además de demostrar que entienden el significado de las palabras, lo que podría hacerse asegurándonos de que entienden combinaciones nuevas con palabras que ya conocen. Por ejemplo, conociendo lo que significa "tocar peluche" y el concepto "pelota" que las perras fuesen capaces de extraer el significado de "tocar pelota".

A su vez, sí se puede percibir que el teclado de sonidos estimula la inteligencia de los perros y refuerza el vínculo con sus familias, pero (y esto es un agregado mío como educador canino, no lo que dice Berthet) también lo hace la obediencia, el aprendizaje de habilidades y el deporte canino, así como un mal uso del teclado todo indica que puede generar frustración y ansiedad, debido a un aprendizaje demasiado complejo o una comunicación deficiente.

¿Realidad o marketing?

La mayor crítica que podemos hacer al fenómeno de los perros que hablan con botones es que hay muy poco probado, parece haber un gran negocio detrás (lo que no deja de contaminar el estudio y generar conflicto de intereses) y se mueve en el ámbito de las redes sociales, donde solemos mostrar solo aquello que queremos mostrar.

Todo ello, contamina la idea principal y la más probable: que los perros estén aprendiendo por condicionamiento operante, es decir, una de las dos formas de aprendizaje básico mediante el que han aprendido toda la vida: condicionamiento clásico o pavloviano (estímulo-respuesta) y condicionamiento operante (según las consecuencias).

Como educador canino, lo que yo percibo se mantiene en la línea de los análisis más serios que se han realizado de los vídeos (los de Melisa Berthet que han aparecido en prensa).

Así, el perro ha asociado un "botón con sonido" (conducta o comportamiento) con una consecuencia (recibir caricias, salir fuera, tumbarse, recibir un juguete). Esto no es distinto a cómo las ratas de Skinner pedían alimento o comida, o como Sawyer en la serie Lost descubría cómo ganar una galleta de pescado o recibir un calambrazo.

Los perros "piden" distintas cosas (¡suerte que ni Stella ni Bunny son un border collie o un pastor belga que se pasa el día buscando tu atención, por cierto!) mediante los botones y aprenden  la conducta (haciendo más probable que vuelva a suceder) porque reciben un premio: atención de sus guías, comida, juguetes, consecuencias agradables...

¿Y por qué usan entonces botones con significado abstracto como "te quiero"? Probablemente, ¡por la misma razón que tu perro se pone panza arriba! Han sido reforzados con una consecuencia muy positiva.

[...] cuando se pulsa un botón y se introduce una moneda en una máquina expendedora, se obtiene una lata de refresco, pero no se puede concluir que se esté hablando con la máquina.

¿Y la variabilidad en el uso de botones? Como gran apasionado del comportamiento canino, me atrevo a afirmar que se debe a constantes programas de refuerzo y, sobre todo, de castigo (por ignorar conductas) que generan variabilidad conductual, o sea, que las perras prueben otras combinaciones para conseguir lo que quieren.

Además, en este vídeo, la dueña de Bunny explica que cuanto menos responde a las peticiones de su perro , más desordenadas son las combinaciones producidas.

En resumen, lo que podemos afirmar a ciencia cierta es que está demostrado que los perros siguen aprendiendo como siempre lo han hecho. Algo que, como profesional, te puedo confirmar yo tras cualquier sesión de trabajo también. No solo eso, no obstante, también demuestra que los perros son animales asombrosos, fáciles de motivar, agradecidos y que, a diferencia de los seres humanos, por suerte para ellos los trucos de marketing no les interesan ni una milésima parte de lo que les gusta pasar tiempo en familia.

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