El galgo español es tan propio de nuestro país como su nombre lo indica. No es casual que su presencia traspase el folclore, los refranes e incluso algunas de las novelas más famosas de nuestra historia, como Don Quijote de la Mancha.
Por desgracia, su gran fama y aptitudes también han sido su principal debilidad: vinculado al mundo de la caza desde hace siglos, el galgo, igual que el podenco, se han convertido en una víctima de las circunstancias. El maltrato y el abandono acompañan a la raza, como atestiguan organizaciones como Galgos 112 o el documental Febrero, el miedo de los galgos.
No se conoce el origen exacto del galgo español, que se pierde entre el lebrel celta (canis gallicus: de ahí, el nombre que ha llegado a nuestros días) y, con anterioridad, el vertades romano y el lebrel egipcio. Pese a las múltiples teorías sobre su origen —también se relaciona con el galgo árabe y el podenco ibicenco—, sabemos con certeza que desciende de los perros egipcios, que casi desaparece entre los cruces con el greyhound inglés e irlandés, y que la raza se cuidó y conservó incluso entre las herencias familiares de la Baja Edad Media.
¿Cómo son los galgos?
Los galgos tienen un aspecto estilizado, con las patas largas y el pecho ancho. La cabeza es alargada, al igual que su hocico, extremidades y cola. Su pelo es corto, liso y fino, aunque cuenta con una notable variedad en la raza, pudiendo encontrar ejemplares de pelo duro y semilargo, así como de múltiples colores del pelaje: atigrados, tostados, canelas, amarillos, rojos y más. Además, cuenta con una genética privilegiada y, a diferencia de otros perros de un tamaño similar, no padece displasia de cadera.
La mordida del galgo es en tijera, con los caninos muy desarrollados por el tipo de presa y mordida vinculada a la raza. De ojos pequeños, almendrados, lomo arqueado y cola larga, flexible, y útil para ofrecer una mayor aerodinámica al movimiento del animal. El galgo es el 18º animal más veloz del planeta: puede alcanzar los 72 km/h durante tramos de hasta 250 metros.
El galgo es un perro bastante friolero, por lo que en invierno es importante que nos ayudemos de camisetas térmicas o abrigos, así como ropa impermeable o bufandas. Por el contrario, no recomiendo el uso de los famosos martingale, que no dejan de ser collares de semiahorque: vale la pena optar por un arnés antiescape.
Comportamiento del galgo español
El galgo es un perro diez con otros perros y con las personas. Su fama es absolutamente merecida: un animal curioso y cuidadoso, amable y sociable. Se adapta bien a los entornos (aunque necesitará de ejercicio diario), es fácil de adiestrar y muy equilibrado.
En calle y, sobre todo, en montaña será importante educar y controlar su instinto de caza si vivimos en zonas con presas potenciales para él. Quizá, su principal contra es su mayor virtud aquí y requiere de una buena enseñanza de la llamada y un buen vínculo entre perro y cuidador/a.
En cualquier caso, si establecemos una buena socialización, el galgo no suele ser un perro miedoso (como mucho, un poco inseguro con extraños), le gustan los niños, es inteligente, no tiende a morder ni a escaparse y es juguetón. La convivencia con otros perros suele ser sencilla y, con las precauciones adecuadas, también se adaptará a los gatos.
Claves para su adopción
El 1 de febrero se celebra el Día Mundial del Galgo, que coincide con el fin de la temporada de caza. ¿Por qué te cuento esto? Porque el galgo es una de las razas de perros (junto con los podencos) que más se maltrata y abandona en España. Se estima que, cada año, se abandonas más de 50.000 galgos.
Esta tragedia, porque no tiene otro nombre, ha fomentado los cambios que llegarán con la nueva Ley de Protección Animal, tanto en materia de tenencia responsable como de sanciones y penas, pero, sobre todo, da sentido a la labor de muchas asociaciones que buscan fomentar la adopción responsable.
Debido a su vida anterior, muchos galgos tienen la fama de ser tímidos o inseguros, aunque no tiene por qué ser así. Su periodo de adaptación tras una adopción y la vida en casa (muchos son perros-alfombra, dentro del hogar) suele ser sencilla, aunque dependerá de cómo se les haya educado y qué actividades se hayan reforzado en el pasado.
La raza necesitará ejercicio y paseos regulares —si es posible, resulta interesante que puedan correr en libertad—, estimulación mental y educación en positivo, como cualquier otro perro. Sin embargo, sobre este último punto resulta importante tener presente que son animales más sensibles que otras razas, como puede ser un malinois o un pastor alemán.
¿Qué dice la Ley de Protección Animal?
El galgo español no cuenta con ninguna obligación particular, ni actual ni tras la aprobación de la ley. Una vez se apruebe la ley de protección animal, deberemos contratar un seguro de responsabilidad civil, igual que con cualquier otra raza que conviva con las familias.
Por su carácter, puede resultar interesante optar por arnés antiescape si nuestro perro tiende a ser miedoso o inseguro para evitar conductas de huida; si paseamos con nuestro galgo suelto, un localizador GPS puede ser interesante, como ocurre con los podencos, tanto si tiende a escaparse como si suele perseguir presas en zonas naturales.
En resumen, el galgo español es un perro noble, sociable, cariñoso y que suele necesitar nuestra ayuda y protección por encima de otras razas maravillosas con las que también convivimos. Por suerte, cada vez más familias se están dando cuenta del corazón de oro que tienen los galgos (y los podencos).